Con motivo del nuevo escalafonamiento
y consiguientes
ascensos del personal de la
Escala Auxiliar del Ejército se vienen
vertiendo opiniones en diferentes
medios, especialmente militares, que
sólo contribuyen a generar confusión,
cuando no a colgarse medallas que en
ningún caso merecen. Como miembro
del desconocido equipo que
durante más de diez años ha peleado
por la dignidad de los componentes
de esta escala, creo estar en condiciones
de señalar algunos aspectos relativos
al desarrollo de las gestiones
que felizmente han avocado a la
situación actual.
Haciendo memoria
En 1944 se creaba la Escala Auxiliar
de las Armas y Cuerpos del Ejército
de Tierra. Desde su nacimiento la
escala llevaba ya implícito el sello de
la diferencia. Para empezar, salía de
las Cortes con una denominación
poco afortunada. Sus componentes
desempeñarían misiones específicas
de carácter burocrático y administrativo...,
sin que en ningún caso ocupen
destino de mando de armas. Por si no
era suficiente con la prohibición del
mando de armas, el artículo 4º marcaba
aún más la diferencia con el
resto de la oficialidad: la nueva escala
comprende las categorías militares
asimiladas de capitán y teniente,
tomando esta denominación seguida
invariablemente del calificativo auxiliar.
Para marcar aún más esa diferencia
la ley ordenaba que estos oficiales
llevasen la letra «A» en la solapa de
la guerrera.
En 1954, los oficiales «auxiliares
» recibieron el visto bueno para
realizar servicios de armas y mando
de sección. Esta disposición, propuesta
por el ministro del Ejército,
general Muñoz Grandes, obedeció
al estancamiento de la oficialidad de
la Escala Activa, recién salida de las
academias. Este ministro ordenó también
suprimir la «A» de las guerreras,
lo que originó casi un movimiento
sedicioso en algunos cuarteles.
Pronto un nuevo grupo humano
hacía su aparición en el Ejército con
potenciales derechos a renovar las
plantillas de la Escala Auxiliar, eran
los voluntarios ingresados al amparo
de la Ley de 28 de diciembre de
1955. Estos jóvenes formarían el
nuevo Cuerpo de Suboficiales y
andando el tiempo llegarían a oficiales
auxiliares. Así mismo, se dictaban
normas para el ingreso en la escala:
existencia de vacantes en el empleo
de teniente, buena conceptuación y
superar un curso de aptitud; también
se ampliaba al empleo de comandante.
Desde 1956, año en que se promulgó
el reglamento de la ley, hasta
2007, el número de oficiales procedentes
de suboficial y pertenecientes
a esta escala asciende a 16.300, una
larga relación dispersa en numerosos
cursos y relaciones que ha sido preciso
localizar y situar en el tiempo.
A extinguir, no a exterminar
La Escala Auxiliar fue declarada a
extinguir por el ministro Coloma
Gallegos el 30 de octubre de 1974,
con esa misma fecha se creaba la
Especial de Jefes y Oficiales. En el
momento de su declaración de escala
a extinguir, la Auxiliar representaba
al 25 por ciento de la oficialidad del
Ejército, unos 5.000 hombres, con
mayor incidencia en el empleo de
teniente. La disposición 2ª de aquel
texto señalaba que el personal de las
escalas a extinguir, entre ellas la
FUERZAS ARMADAS
MILITARES 86 16 MARZO 2009
UNA INFORMACIÓN NECESARIA
Aclaraciones sobre la Escala Auxiliar
Patio de la Academia Auxiliar Militar, ubicada en Villaverde (Madrid).
Auxiliar, continuarían con las mismas
expectativas de carrera hasta su
total extinción. Para ello la Administración
asignaría anualmente un
coeficiente de vacantes. Por si no
quedaba suficientemente claro el
texto en este sentido, oficiales de
Estado Mayor visitaron las principales
unidades para informar a oficiales
y suboficiales sobre la ley,
haciendo hincapié en que nadie quedaría
perjudicado por la nueva disposición.
Ha de tenerse en cuenta que hasta
ese momento todos los suboficiales
tenían como meta de carrera el ingreso
en esa escala y desde el momento
en que se conoció la declaración de
escala a extinguir se reprodujeron
movimientos de malestar en todos los
acuartelamientos.
Mal que bien, las cosas continuaron
aceptablemente para un corto
número de cursos, pero paulatinamente
las vacantes asignadas a la
Escala Auxiliar se fueron reduciendo.
Las promociones, desde 1980, no
ascendían al terminar el curso, sino
que debían esperar meses, e incluso
años a que existieran vacantes en el
nuevo empleo para el que ya estaban
declarados aptos. El mandato de la
Ley 13/74 no se estaba cumpliendo.
¿Por qué?
Pronto se iba a confirmar en el
Ejército ese refrán que dice «que no
hay peor cuña que la de la misma
madera». Los oficiales de la Escala
Especial no veían con buenos ojos
que sus «compañeros» de la Auxiliar
siguieran ascendiendo y en consecuencia
ocupando vacantes de oficial
en el organigrama del Ejército.
Comenzaron las visitas a destacados
mandos del Palacio de Buenavista en
demanda de más vacantes, en detrimento
de las legales expectativas de
carrera concedidas por la ley a la
Auxiliar.
La creación de la Reserva Transitoria
en 1985 fue una válvula de
escape para el personal de la Auxiliar
ante la parálisis que se venía observando
en su promoción. En los primeros
cinco años de vigencia de la
nueva reserva se clarearon los escalafones
de la escala. Un 70 por ciento
aproximadamente de los capitanes y
tenientes pasaron a la nueva situación
alentados por la promesa legal de
obtener un empleo más cuando el de
activo de menor antigüedad lo consiguiera.
Por otro lado, la escala seguía
abierta con la convocatoria periódica
de cursos de aptitud para el ascenso a
teniente.
Por su parte, oficiales de la Especial
crearon su propia asociación,
exclusiva y excluyente, cuyo fin primordial
fue la equiparación con la
Activa o Superior en empleos y
vacantes. Mientras tanto, la Auxiliar,
cada vez con menos posibilidades
para el ascenso, se iba estrangulando
lentamente sin que de nada valiesen
las reclamaciones formuladas por los
perjudicados a través del conducto
regular.
Recurso a los tribunales
En vista de que de nada servían las
peticiones al Mando, algunos integrantes
de la Escala Auxiliar recurrieron
a los tribunales superiores de
justicia en demanda del cumplimiento
de la disposición transitoria 2ª de
la Ley 13/74 (continuarían con las
mismas expectativas de carrera hasta
su total extinción). Y a partir de aquí
se produjo el gran fiasco que ahora se
está enmendando.
Entre los años 1989 y 1992 diversos
tribunales, entre ellos los de Aragón,
Canarias y Burgos, fallaron a
favor de los demandantes ordenando
el ascenso de varios oficiales a
empleos superiores a los que poseían
sus compañeros de promoción, los
que les hubieran correspondido de no
haberse producido el colapso en su
escala. Otros tribunales de justicia,
tales como el de Madrid, negaron
sistemáticamente a los interesados
esos mismos derechos, con lo que no
fueron pocos los que trasladaron su
domicilio a esas provincias donde la
ley les resultaba más favorable. Nunca
hasta ese momento se había producido
tal desaguisado en los escalafones
del Ejército.
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Formación de brigadas alumnos asistentes a un curso de aptitud para el ingreso
en la Escala Auxiliar.
Mientras esto estaba sucediendo,
el Ministerio de Defensa dispuso por
ley que a partir de 1 de enero de 1990
no se produjeran ascensos en la Escala
Auxiliar para personal en activo.
Quedaban tres cursos, unos 600 subtenientes,
con la declaración de aptitud
pero sin posibilidad de ascender.
Ahora las protestas fueron masivas:
recursos a todas las instancias incluyendo
el Parlamento. Pero los tribunales
superiores de justicia seguían
dictando sentencias, unas favorables
y otras en contra; más confusión
parecía imposible.
Sólo quedaba la gestión política
como solución al gravísimo problema
de la paralización de ascensos y
revoltijo de escalafones, ya que por la
vía militar no había nada que hacer.
Así, un grupo muy reducido de suboficiales
y oficiales, realizamos los
primeros contactos con los dos grupos
parlamentarios mayoritarios, PP
y PSOE, que acogieron el asunto con
igual interés.
En pocos meses pareció aclararse
la cuestión, se resolvería por ley;
pero, ¿cómo hacerlo? Correspondía
al Cuartel General del Ejército presentar
la propuesta mediante el ajuste
de antigüedades y relaciones de personal
por empleos. Al parecer resultaba
difícil para algunos y muy difícil
y hasta imposible para otros. La
comisión se prestó para asesorar a los
diputados en todos los aspectos de la
cuestión.
En 1995 se producía una corrida
de empleos sin precedentes en la
escala Auxiliar: 813 tenientes ascendieron
a capitán y 12 de este empleo
a comandantes, era el resultado de la
marcha masiva de oficiales a la Reserva
Transitoria. Pero esto no resolvía
en nada ni la situación de los suboficiales
con el curso aprobado, ni la de
los oficiales que hallaban los escalafones
alterados por efecto de las sentencias
de los tribunales superiores
de justicia.
Decisión política
El ministro de Defensa Eduardo
Serra fue el primero que expuso a las
autoridades militares la necesidad de
solventar el problema, pero ante las
dificultades expuestas por los jefes
de Estado Mayor optó por olvidarlo,
e igualmente hizo su sucesor en la
cartera, Federico Trillo. Fue, finalmente,
José Bono quien señaló al
mando militar que no admitía dilaciones
ante una «decisión política».
A partir de ese momento, la maquinaria
burocrática militar se puso en
marcha y a finales de 2007 se organizó
oficialmente la comisión que
habría de reescalafonar a la Escala
Auxiliar (8 miembros) pero con limitaciones.
Además del problema de relacionar
a los afectados, se planteaba
cómo corregir los desaguisados producidos
en las promociones con
motivo de las sentencias de los tribunales
superiores de justicia. Se dispuso
aplicar a la totalidad la sentencia
más favorable, una dictada por el de
Aragón asignando cinco años más de
antigüedad a un demandante.
Sobre esta premisa, el Cuartel
General del Ejército propuso que el
reescalafonamiento afectase, no sólo a
los subtenientes que se hallaban pendientes
de ascenso y a los oficiales en
reserva, sino también a los retirados,
toda vez que la justicia debía afectar a
todos como ciudadanos iguales ante la
ley. Y esta es la situación.
Ahora podrán suscitarse quejas
más o menos fundadas sobre aspectos
concretos de la Ley de la Carrera Militar,
donde se contempla la resolución
del problema, A algunos les parece
demasiado amplia y generosa, y hay
quien opina que a muchos les ha tocado
la lotería sin comprar la papeleta;
están en su derecho. Lo que no es de
recibo es que afloren las envidias en
quienes nada hicieron por ayudar a
sus «compañeros» cuando se estaban
ahogando mientras ellos navegaban
viento en popa. Y menos aún, que
quienes han dedicado años a poner
troncos en las ruedas de este carro
para que dejase paso al suyo, se cuelguen
ahora la medalla de la solidaridad
y el compañerismo. ¡Farsantes!
Comandante Juan Montero Ligré
http://www.ame1.org/pdf/Aclaraciones%20 ... xiliar.pdf